13
May
2013

Nuevo juicio por gatillo fácil en la misma comisaría donde mataron a Miguel. Por Laureano Barrera para Cosecha Roja.

Escrito por ambru el 17:34 3 comentarios
Categoria: Noticias

El martes 14 a las 10 de la mañana continúa en los tribunales de La Plata el juicio contra 5 ex policías acusados de torturar hasta la muerte a Daniel Migone en la Comisaría Novena. Ocho años de lucha y reclamos le llevó a la familia y a la Asociación Miguel Bru para llegar al juicio donde probar la verdad. Una semana con cinco audiencias donde se deshizo la versión policial que sostenía que Daniel se había ahorcado con su campera de jean y quedó probado que fue asesinado, asfixiado por un tercero, tal como aseguraron los forenses. Largas jornadas donde los ex detenidos expresaron su temor y aseguraron que las golpizas en la Novena eran habituales; a la par que relataron como reclamba Daniel porque lo querían hacer cargo de un robo que no había cometido. Un procesado por falso testimonio, policías que “perdieron” la memoria -acreditado con certificados psiquiátricos- y donde los tres bonaerenses que lo detuvieron no pudieron sostener los motivos por los cuales llevaron a Daniel a la Novena esa noche, ni como apareció mas tarde el Nextel que le sacaron en la comisaría dentro de un auto que, según la versión policial, habría sido forzado por la víctima.
A una semana del inicio del juicio, compartimos esta crónica que cuenta la trama del caso y como era Daniel, escrita por Laureano Barrera para Cosecha Roja.



Nuevo juicio por gatillo fácil en la comisaría que mataron a Miguel Bru

El 9 de noviembre de 2005, a las 23:55, Daniel Oscar Migone entró a la comisaría 9na. de La Plata con muy buena salud. No podía siquiera sospechar que dos horas más tarde estaría muerto. Siete años y medio después de aquella noche, luego de una investigación judicial plagada de obstáculos e irregularidades, comienza el juicio contra cinco policías sospechados de haberle dado muerte: Daniel Guillermo Espósito; el imaginaria de calabozos Carlos Ariel Toloza; el jefe de turno, Capitán Marcelo Fabián Falcón; el teniente Luis Díaz Zapata y la oficial de servicio, María Valeria Maciel. Los cien testigos del juicio desfilarán por los tribunales orales platenses a lo largo de toda la semana. “Lo único que esperamos es que se haga justicia, y que se conozca por qué secuestraron a mi hermano y lo mataron”, le dijo Marita Migone, la hermana de Daniel, a Infojus.
La comisaría 9na. de La Plata carga con un antecedente funesto: allí, el 17 de agosto de 1993, fue torturado y asesinado el estudiante de periodismo Miguel Bru, cuyo cadáver hicieron desaparecer. La Asociación que entonces impulsó su madre -que lleva su nombre y hace años asesora a familiares de víctimas del gatillo fácil- patrocina a la familia de Migone. “Desde la Asociación esperamos que tras ocho años de lucha en una causa llena de obstáculos finalmente el poder judicial brinde el respeto y consideración hacia el dolor de los familiares de otra víctima de la violencia de la policía provincial”, dijo Rosa Bru.


Daniel

Daniel Migone no tuvo una vida sencilla, pero era uno más entre tantos otros. Aunque no era fanático, iba de vez en cuando a ver a Gimnasia y Esgrima de La Plata. Le gustaba el deporte, y a pesar de que no era demasiado alto, había llegado a jugar al básquet en ese club platense. Toda la familia disfrutaba de la actividad física: Oscar, su padre, había jugado al fútbol de joven y salía a trotar regularmente. Su hermana Marita nadaba largas horas. Y su hijo Pipo jugaba al fútbol infantil en Talleres de Provincial. Daniel lo llevaba a los partidos y lo acompañaba a practicar al parque Saavedra o la plaza Islas Malvinas.
Daniel era introvertido y le costaba contar lo que le pasaba. Durante la adolescencia “había tenido algunos problemas”, recuerda ahora Marita. En su adolescencia había estado detenido por robo y conocía los códigos carcelarios. Empezó a trabajar ayudando a su padre en el estudio contable, hasta que fue empleado como repartidor en “Ave Plata”, una fábrica de pollo en la que llegó a ser encargado de cobranzas. Tuvo de muy joven a sus dos hijos, Pipo y Andrea, con una mujer que se fue a Brasil: pasados los treinta, Daniel volvió a vivir en la casa de sus padres. Después conoció a la mujer que podría ser una de las claves en el desenlace de su muerte: Natalia Villalba.


El relato policial

Migone fue detenido a las 23:40 de la noche en la calle 61 entre 15 y 16 de La Plata por la policía bonaerense. Unos quince minutos después fue ingresado a la comisaría 9na. Según la versión que montaron los uniformados, en una hora había robado los pasacasetes y otras cosas de tres autos vacíos, aunque tenía el cargo de encargado de cobranzas en la pollajería y ninguna necesidad aparente de cometerlos. El primero fue un taxi: Di Salvo, el chofer, llegó antes que Daniel a la comisaría y los efectivos se lo mostraron antes que la rueda de reconocimiento. La segunda fue una mujer cuyo auto estaba en la cuadra que lo detuvieron: se sabría más tarde que a ella le mostraron los objetos robados antes del reconocimiento formal. El tercer auto profanado lo encontraron a la vuelta los efectivos por pura vocación: el teniente Luis Díaz Zapata ordenó a sus hombres un rastrillaje en la zona. En la cabina del vehículo encontraron un teléfono que le pertenecía a Daniel. Sin embargo Toloza, el imaginaria, declararía que cuando llegó a la dependencia, entre sus efectos personales le habían requisado su nextel: el mismo que luego apareció en el auto.
En el calabozo, en una maniobra que los abogados patrocinantes aún no pueden explicarse bien, Daniel ató la manga de su campera al cuello y al parante de un camastro que está a 30 centímetros del suelo. Así se habría ahorcado según la versión policial. A la 1: 40, Espósito lo fue a buscar para la revisación médica y lo encontró “agonizando”. Lo llevaron –siempre según la versión policial- a la guardia del Hospital San Martín, a quince cuadras de la comisaría, para salvarle la vida. Los policías que lo trasladaron dijeron en la guardia que había tenido una sobredosis, y luego, un ataque de asma.
Sin embargo, la jefa de guardia Beatriz Galindo no creyó en las versiones de los uniformados y tomó resguardos aquella noche. La tanatología –la especialidad que interpreta los rastros de la muerte en los cadáveres- le dio la respuesta: deshidratación de los ojos, rigidez cadavérica. Lo asentó en el libro de guardias, prueba vital del juicio. En su declaración testimonial sostuvo que “no es un caso de aquellos que no llegan a salvar y se les muere (…) el muchacho ya hacía rato estaba muerto”.
El examen de la autopsia fue el cachetazo de gracia para la coartada policial. En él se consignan “excoriaciones” en la clavícula, el codo derecho y la pierna izquierda, además de traumatismo de cráneo y un hematoma “azul-violácea” en el testículo derecho. La conclusión del estudio es tajante: la muerte “de quien en vida fuera Migone Oscar Daniel se produjo a consecuencia de asfixia mecánica por compresión del cuello, con traumatismo craneoencefálico previo, presentando además, traumatismo escrotal y cuya mecánica es compatible con el accionar de un tercero”.
Su ingreso no quedó asentado en los libros de la dependencia, y las autoridades judiciales supieron de su detención después de que estaba muerto. Llevaba una remera blanca con mangas rojas que decía “granja los dos hermanos”, un pantalón blanco de grafa y medias grises. Era morrudito, con rulos muy pequeños y tenía ojos “tipo turco”, recuerda su hermana Marita. Tanto que en una época le decían “ojitos”. En la autopsia, con tono más frío e impreciso, se lee que tenía “cabello corto castaño oscuro entrecano, barba rasurada de 1 o 2 días, talla 1.66, peso aproximado de 75 a 80 kilos, edad de 35 a 40 años, nariz, boca, orejas medianas, ojos amarronados, dentadura en buen estado de conservación”.
El equipo jurídico de la Asociación Miguel Bru, que patrocina a la familia Migone, tiene otra hipótesis sobre las razones que condujeron a Daniel a la muerte: un lío de polleras. La sospecha es que Natalia Villalba, la mujer con quien estaba con Migone, tenía también una relación con Maximiliano Martínez, el jefe de calle de la seccional. La mujer negó cualquier affaire con ellos, pero la familia y otros testigos de la causa los sostienen. Los propios detenidos, aquella noche, contaron que Daniel les dijo que lo estaban “empapelando” -armándole una causa- por robo de automotor porque su mujer salía con un policía de la 9na. Toloza, uno de los imputados, testificó que en la comisaría se comentaba de la relación entre Villalba y el hombre fuerte de la Brigada.


El sueño de los justos

La investigación judicial sobre la muerte de Daniel Migone es un ejemplo palpable del espíritu de cuerpo que tienen ciertos fiscales y jueces en La Plata con la policía bonaerense. La agente fiscal Leila Aguilar, mantuvo la pesquisa durante tres años a fuego mínimo.
Los abogados de la familia pidieron pericias, cruces telefónicos, declaraciones testimoniales, documentación. La fiscal Aguilar se mostraba muy parsimoniosa. Durante una audiencia con Teresa –Porota, la madre de Migone- y Rosa Bru, la fiscal le dijo que sabía que habían matado a su hijo, pero que nunca se iba a conocer el culpable. Y le dijo a Porota una cosa más: que el problema era su abogado. Eso decidió a los abogados a pedir su apartamiento. En el pedido de recusación –al que accedió Infojus- se enumeran 28 pedidos de pruebas que fueron muy dilatados o ni siquiera llevados a cabo por la fiscal. El juez de garantías De Aspro lo aceptó, pero él mismo no se apartó de la causa. El expediente cayó en manos de los fiscales Roberto Berlingieri y Marcelo Martini. Fue peor: pidieron la elevación a juicio sin siquiera cumplir las últimas medidas de prueba que había pedido Aguilar.
La Asociación y la familia apelaron la elevación a juicio de una investigación que consideraban inconclusa y recusaron a los nuevos fiscales por elevar la causa “sin leer el expediente”. El trámite duró tres años hasta la Sala III del Tribunal de Casación Provincial, consideró que la elevación a juicio “resultaba prematura”. El juez de Garantías Néstor De Aspro fue apartado pero su reemplazante, Marcela Garmendia, rechazó la recusación de Berlingieri y Martini. A pesar de las recomendaciones de Casación, los fiscales tomaron una sola medida –constataron que un testigo había fallecido- y volvieron a elevarla a juicio.
Ni Aguilar, ni Berlingeri ni Martini siguieron nunca la hipótesis de la mujer que Migone y el policía tenían en común. La insistencia de la querella obligó a la jueza Garmendia a abrir una nueva causa para investigar las causas por las que Daniel Migone fue detenido, que aún está en instrucción. “La investigación fragmentada por el móvil de la detención, impide imputarlos por secuestro ilegal y torturas seguidas de muerte, como nosotros creemos que fue. Hubiera sido muchísimo más fácil probarlo, y solamente con su muerte ya se los podía condenar. Ahora hay que acreditar las torturas, aunque en la autopsia están más que claras”, se lamenta Fabio Villarruel, abogado de la Asociación Miguel Bru.
La familia y sus letrados recuerdan que también hbaía otros nueve efectivos en funciones la madrugada en la que mataron a Daniel. Entre ellos, el entonces comisario Claudio Jaidar, miembro selecto de los autoproclamados “Porongas” de la vieja policía Bonaerense, que quedó fuera de la imputación “por un milagro de la ciencia jurídica”, apuntan desde la Bru. Incluso fue premiado con un ascenso a la jefatura de la División Departamental de Investigaciones. Allí tuvo un subordinado muy singular: el capitán Norberto De Luca. En los pasillos de los tribunales platenses todos conocían de su relación sentimental con la fiscal Leila Aguilar.